viernes, 19 de noviembre de 2010

Cinco minutos de ataraxia

Hoy fue uno de esos días que parecen no acabar.

Tengo que tomar las fotografías para la clase correspondiente,
terminar de grabar unas escenas,
capturar lo a grabado
editar lo ya capturado,
enviar algunas cápsulas para el radio
terminar un guión
investigar cómo salvarle la vida a mi pez oscar enfermo

Hoy fue uno de esos días que me recuerdan que aunque la humanidad no es buena ni mala, sino que simplemente busca el beneficio, es egoísta al concentrar el beneficio en sí mismos. Un grupo de gente decidió que es beneficioso para ellos hacerme comentarios estúpidos que, sin darse cuenta, me hacen recordar heridas viejas que traen a flote mis instintos más agresivos.

Hoy fue uno de esos días en que a las cuatro y media de la tarde llegué a casa a comer, después de estar desde las siete de la mañana. Le dije a mi mamá que bebí un youghurt como refrigerio y mi sandwich a mediodía como comida, me hizo prometerle que comería de la sopa que dejó sobre la mesa (ella ya iba de salida a abrir su tienda de regalos)

Sin mucho apetito me serví... ¡pasta de coditos! mi favorita. Tomé mi platito y me recosté a medio patio sobre el concreto fresco. El sol da en las paredes blanqueadas y la luz es perfecta para que no lastime mis fotofóbicos ojos. El clima es marvilloso, el cielo es el azul más puro que se puede ver en el inverno en la ciudad, ya que sus corrientes de aire frio alejan un poco de polución. Una parvada de pájaros negros con pecho amarillo pasó volando sobre mi cabeza mientras yo estaba tirada de espaldas mirando el cielo.

Por la mañana me sentí mal, me bajó la presión y la gripa me atacó peor que nunca. Me invadieron los gérmenes, los malos compañeros y me atacaron los desánimos y los malos recuerdos evocados.
Hace unos minutos fue la dosis de placer moderado del día que más he disfrutado. Sencillamente descansar cinco minutos en mi patio comiendo acostada sobre el concreto mi pasta favorita.
No era un éxtasis, pero tampoco sentía el dolor de la mañana: el justo medio de la ataraxia

Aún tengo algunos detallitos que terminar de deberes escolares, pero no hay nada mejor como el recordar el fin mismo en que la vida trasciende, que es disfrutar los placeres llamados "del alma" (aunque yo no diferencío entre alma y cuerpo) Y recordar que lo que hago, tras sortear sus obstáculos, es con el fin de vivir una vida que metafóricamente se resumiría como esos cinco minutos en mi patio.

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