domingo, 31 de octubre de 2010

Volver a casa

Cureoseando, como siempre, en eBay, me encuentro con una subasta muy especial: objetos pertenecientes a un soldado japonés de la segunda guerra mundial. La razón por la que amo las antigüedades es que cuentan historias a cachos, relatos que podemos imaginar y dejar en suspenso con la pregunta eterna de cuál habrá sido su verdadera historia.


Los objetos se vuelven como pequeñas cápsulas de tiempo que encriptaron una historia, y como si tuvieran memoria, están ansiosos por contárnosla anque no puedan hablar. ¿Por qué se fue a la guerra este hombre? ¿Se enlistó voluntariamente o fue llamado?


Todos los humanos somos muy parecidos. Los católico-cristianos-etc llevaban seguramente algún escapulario, una estampita, una medalla. Este hombre fue budista y llevó consigo una imagen alusiva a sus creencias. Necesitamos aferrarnos a un dogma: creer en un dios, creer en las zuperpotencias del univerzo, creer en la propia voluntad humana.
Llevaba una bandera de su país. En un solo lienzo recopilado el pasado de un pueblo, de una ideología, de tradiciones y costumbres. Me recuerda cómo muchos de los mexicanos voltean a ver nuestra bandera como una burla más de los gobernantes hacia el pueblo, sin darse cuenta que, la patria representada en ella, se entristece del circulo vicioso en que vivimos, y se acompleja cuando le embarramos los antivalores que la sociedad ejerce, como una madre victimada.

Entonce llegué a la fotografía que disparó la serie de reflexiones en esta entrada.



¿Qué tiene prioridad: la vida personal o el granito de arena aportado a la vida de un país?
Las fotografía que se vende entre esas cucherías son dos: una del soldad y una de esta mujer. ¿Quién habrá sido? ¿Su esposa, su prometida, su hermana? El kimono lo lleva bien cerrado y pegado al cuello, señal de recato de una mujer casada, aunque viendo el descuidado ohashiori (doblez en la cintura) quizá pasó por alto esa norma del cuello.
Sea quien sea, era alguien importante para él. Si fue su decisión partir a la guerra, ¿cuántos sentimientos no había sobre su propia vida personal? Extrañar la casa, la familia, los seres queridos, a la mujer de la fotografía. Si fue reclutado obligatoriamente ¡qué motivo más fuerte para mantenerse con vida y volver a casa!



La guerra es un fenómeno extraño. Pasó de ser un grupo definido de gente entermanete convencida que peleaban bajo reglas por los ideales de un pueblo (el arte de la guerra) a un grupo élite de gente que persuade a los demás para que maten por ellos involucrando a quienes no tenían nada que ver, los civiles. Y cuando en tiempos de cotidiana paz nos decimos que "nadie sabe para quién trabaja" en la guerra moderna nadie sabe realmente por qué lucha.

Me pregunto si ese soldado volvió a casa. Sabemos que a su país no le fue bien en esa locura de la segunda guerra mundial y que después de eso hubo montones de problemas por el choque cultural de un país que recién se abría al mundo occidental. Quizá volvió y presenció cómo las blusas y los pantalones desplazaban a los kimonos, cómo el inglés invadió su idioma, cómo retomaron auge las geisha-girls; volvió al lado de esa mujer que apreciaba tanto como para llevar siempre su fotografía. Quizá murió en la guerra, pensando que su país se alzaría con la victoria, o quizá sí murió, pero deseando que la dictadura militar fuera derrotada.

¡Quien sabe...! Son solo tentativas de adivinación.

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