domingo, 2 de enero de 2011

Seis páginas

Varias veces veía en la programación de la televisión una película llamada "La casa rusia". La mayoría de esas veces, cuando el tiempo lo permitía, mi mamá se sentaba a verla con la intención de apreciarla completa y no a cachos como siempre la había visto. Nunca la visto de corrido.

Aunque somos una familia que por costumbre ve las noticias, y yo por obligada costumbre (ah.. la maestra Canel) leo parte de los periódicos en línea, no tenemos en general la costumbre de discutir temas densos de política mundial. Sólo repasamos la típica conversación de El Mundo Según Las Mayorga y de cómo arreglaríamos el mundo mientras nos pasamos el salero en la mesa.

Por la razón anterior, me soprendió que madre quisiera con tanta insistencia ver una película sobre espionaje ruso en la perestroika; nada más denso que ponerse a hablar de la guerra fría y de las muchas fechorías que ambos bloques hicieron. "Esque es con Sean Connery" dijo ella. Nada más motivante para ver una película así que el actor en el 2º lugar de sus amores platónicos. Muy justificable.

Un día paseaba por el parque de mi queridito Lerdo, viendo las baratas en una feria de libros usados. Si las ventas de usados tienen una connotación cuasi-mágica para mí, las de libros son un deleite. Pasearme entre las filas y escoger por diez pesos por libro cuanto título se me antoje sin miedo a gastar en una novela que resulte ser una baratija. En esos estantes polvorientos llenos de libros, ví un título conocido: "La casa rusia" de John Le Carré

Como no es tanto de mi interés ver a Sean Connery, decidí leer el libro en lugar de la película. Pagué diez pesos y me fui a casa. Un libro interesante, sin duda, con un ritmo ascendente y lenguaje típico de las novelas policíacas. Comienza con escenas cotidianas rodeadas de un halo de suspenso en donde uno teme que del tapiz salga el malvado en cualquier momento. A uno de los personajes le encargan llevar un paquete a una imprenta en -paíscapitalista- desde rusia. El paquete es un manuscrito que resulta ser de un autor partidario de hueso colorado del comunismo en la decadente URSS, es decir, algo poco más peligroso que una bomba. Ahí entra el protagosnita detectivesco y comienza la historia de espías, desde Estados Unidos, a Rusia y waaa.

Llegué más que obsesionada a la página cincuenta. Sí, hacia la página cincuenta la trama ya había arrancado y mi interés estaba totalmente sobre el futuro de la espía rusa, el vendedor de libros que llevó el manuscrito y el protagonista detectivesco. Llegué a las cinco decenas de páginas y no pude leer más. Me faltan seis páginas.
No pude simplemente brincarme esas seis páginas porque la trama perdió sentido para mí, no pude atar cabos. El libro de suspenso es ahora un misterio, hasta que vea la película y reviva la historia en el escrito.

Hoy lo reencontré porque estuve desempolvando mi pequeño librero, y depurando libretas y revistas que ya no caben. Pensé en enviarlo a la caja del reciclaje, pero los libros me dan un no-se-que que no tengo corazón para tirarlos (ni para rayarlos o maltratarlos... em, no mucho). La casa rusia volvió a mi librero, a la lista de algún día lo leeré.

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